¿Quién controla la crítica? ¿quién la vuelve medio regulador o la frontera que divide? Sobre su condición liminal la respuesta no es difícil, es evidente que viene con el sello institucional porque al parecer ese flujo [occidental] de la historia centralista ha visto en ella un utensilio, del pedernal al láser con el que se podan las cabezas de Hidra, la hierba sacrílega, acaso el musgo que crece sobre la roca, piedra angular de cualquier ideología. Lo otra lejanía, más bien proximidad, es la que puede ver en ella una herramienta de uso común.
A veces se nos olvida que un libro por el simple hecho de ser un libro también es una herramienta crítica, aunque entre más ignoramos esta cualidad más viciamos el lenguaje en lo superfluo. El libro contiene en el peso de su objeto un crucigrama de símbolos en donde las palabras que tienden a frases y estas a pensamientos suelen oscilar con un errar propio entre su contexto y su significado, cuando menos esa es parte de la intención, y a partir de ese crucigrama en movimiento que es la escritura comienza el aparato que coloca en crisis a la misma escritura. Resulta sencillo plantear a partir de una serie de capas que arropan el lenguaje y la lengua, la idea de una segunda instancia de la crítica, donde la primera dermis se encarga de la escritura y las capas sucesivas se desenvuelven sobre el objeto o los múltiples objetos de la crítica, hablaríamos de críticas en vez crítica.
¿Una crítica sin final? Si es posible que dejemos de pensar el estado de crisis como un tiempo y un espacio delimitados, dejar de ser estado, y lo vertimos de continuo sobre un lenguaje que por su naturaleza muta constantemente, es pura continuidad que no ha cesado desde una palabra primigenia, tendríamos como resultado una crítica no institucional porque no sería un fin en sí, al contrario la crítica se vuelve un pista en donde corre la escritura.
En términos de libros, la escritura pone en crisis en primera instancia a la lengua al aprehenderla en el estado de la escritura aventajándola en algunas cualidades y perdiendo en otras, después se pone así misma sobre la mesa del quirófano para desarmarse y armarse con exactitud quirúrgica; estas sucesiones nos hablan de un estado continuo, incluso esta escritura digital pone en crisis a esa institución que llamamos libro. Por la naturaleza propia de del lenguaje, la crítica no debiera ser la piedra angular de la institución.
De alguna manera es entendible lo discapacitados que estamos para la crítica, para llevarla a cabo y para recibirla, porque ha sido la verticalidad de ella misma [de los que la han escrito como fin] quien se ha encargado de inculcarnos su peso, aquí cabe recordar nuestras viejas lecciones de física en donde nos damos cuenta que el peso siempre viene desde arriba.
Se nos olvida que escribir ya es en sí mismo una crisis, que todo libro trae en sí una inconformidad por más laudatorio que sea hacia algo. Lo que sucede es que estamos tan "cercanos" a la escritura que ya no lo notamos y damos por hecho su estado discursivo como si fuera algo que desde siempre ha estado en sus entrañas.
"Somos los libros que no se han escrito" apuntó Borges quizá pensando en las Ficciones y con ese pensamiento se aviva el presentimiento de que cada persona es un escritor en potencia. Nos quedamos con los libros que acumulamos mientras las personas desaparecen. En términos de escritura lo único vivo que nos prevalecerá es la misma escritura que individualmente formamos a partir de otras escrituras y llamamos biblioteca. Hablamos de la "voz muerta de los libros" para continuar con ese lenguaje de retrospectiva lejana que nombramos Historia y así revivimos la voz, volvemos al libro un documento fijo en donde la crítica es confrontación de temporalidades y sólo el erudito sagaz es contemporáneo de todos los hombres, la rectificación de que un clásico es validado en la medida en que entiende a otros clásicos. La institución se llama Historia de la Literatura. [de igual modo Historia de cualquier arte]
Si hacia el pasado de la escritura está la Historia, hacia el futuro están las Ficciones. En otro tiempo, fragmento, solemos hablar de la "voz viva de los libros" cuando el escritor-autor comparte la vigencia temporal con ellos y con nosotros, este debiera ser el estado propicio para la crítica horizontal, "Historia del Presente."
Nuevamente es la discapacidad lo que dificulta, la mala educación que hemos tenido en cuanto a crítica. Los que hacen crítica emulan el apartado establecido que generalmente inspecciona "su-objeto" quirúrgicamente desde la gramática de los iniciados y los que la reciben en contra se disgustan con ella porque no los vuelve cómplices de su discurso lo cual deja en vilo la pregunta ¿como sería una crítica PROFESIONAL a favor?
Sumemos un aspecto regional: el orgullo nato del mexicano para demostrar que él o ella están en lo correcto cuando a todas pruebas su discurso es erróneo o fuera de lo bueno y lo malo podemos hablar de una economía de la escritura [sistema]. Ni siquiera hablar de crítica, dejémoslo sobre el supuesto del comentario. Cuando ocurre entre desconocidos, las alertas mutuas hacen sonar la sirena del "no me conoce." Entre cercanos hay una oportunidad de diálogo que se frustra cuando éste tiene la sensación ser ataque. Entre amigos hay más sensatez, pocos son los que advierten que la crítica o el comentario es una oportunidad para enriquecer las arcas de la escritura propia, los otros amigos aceptan el comentario anexando al final un silente "sí, pero chinga tu madre", el orgullo regional prevalece junto a la descalificación.
Y estamos tan mal educados en la crítica que si esta no proviene de alguien con canas no es buena, nos volvemos cómplices de la verticalidad; pero si algo es cierto, un axioma transparente y constante es que tenemos la crítica [los críticos] que nuestra escritura merece, ni siquiera hablar de los discursos en los que la pregunta ¿quién está más apto para criticar? vuelve la mirada hacia la institucionalización del nuevo aparato crítico. La critica en todo caso depende de una temporalidad que nos coloca contiguamente en el mismo ring, en el mismo hervidero.
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