Los Puños Críticos de Baudelaire
Llega el momento en el que la loneta se desmesura, el ring, la cosa perdurable de la batalla crece desde sus bordes, se amplifica el espacio y en ello el terreno del duelo pierde dimensión. Se desborda el campo de batalla sobre el mundo real. Pareciera que aquí debiera escribir la palabra mundo, anudar la idea fraseando que el boxeo tiene algo de turístico, enunciar que en cada golpe el púgil busca los hemisferios de su oponente. Ya está. Ahora hay inscribir a los seguidores del box en la historia, escribir sobre ellos que recorren los kilómetros al encuentro de su boxeador preferido para ver en carne viva la integridad de su técnica, mientras que hay otros que los importan a sus arenas. Esto es literatura por eso es ring, la cosa que se desborda.
Ahora la arena: Paris. Entre 1845 y 1848 un peso completo de bando de los malditos empieza a dar sus primeros golpes a puño limpio con el sutil vendaje, siempre certero, de la crítica profesional. A los 27 años, el autor de Las Flores del Mal ya daba Consejos a los Jóvenes Literatos. Las últimas 5 palabras antes del último punto y seguido enuncian el título de uno de sus primeros textos críticos. El texto, el de Baudelaire, es sabio en las artimañas que enuncia. Es conocido que la Crítica suele ganar la pelea por la vía del nocaut o por decisión aparentemente unánime, insertada en el solipsismo de su tiempo gana la pelea después de la pelea, digamos que es un nocaut en revancha y fuera del ring. Dentro de todas las cosas que suelen reprocharse a la Crítica está su tiempo en fase atrasada, en cierto sentido en la Crítica hay algo de Arqueología y sin embargo seguimos intentando una crítica simultánea. Charles sabiendo esto y siendo conocedor del temperamento del escritor no le otorga el ataque de la crítica, tuerce las palabras de tal manera que al gremio de los escritores les queda más natural el argumento del descrédito y además instruye al escritor en las formas de usarlo: “Existen dos métodos de descrédito: uno es la línea curva y el otro la recta, que es el camino más corto.” ¿Acaso nos será negado por los puristas de la literatura ver en lo anterior algún jab, un gancho o un directo? Si es cierto que la mejor defensa es el ataque, Baudelaire sobre la misma estrategia de la pelea previene de las defensas sublevadas: “El descrédito fallido es un accidente deplorable, una flecha que se da la vuelta y que, al menos, te araña la mano cuando la disparas, una bala que puede matarte de rebote.” Críticos, tengan precaución.
La crítica de Baudelaire enaltece el cuerpo en movimiento y desdeña el cuerpo contemplativo, este cambio de intención es una verdadera cátedra. El giro del cuerpo es un pensamiento que brinca de la tradición antigua del Ut Pictura Poesis [Como la Poesía la Pintura] hacia un lugar más dinámico como el combate cuerpo a cuerpo. La antigua tradición de comparar pintura y poesía nace desde los clásicos, famosos son los textos de Aristóteles y Horacio, textos que retoman los críticos de pintura a falta de textos antiguos que teorizaran verdaderamente sobre este arte. La tradición de comparar pintura y poesía se volvió teoría [Teoría Humanística de la Pintura] que se extendió hasta los periodos Renacentista, Manierista y Barroco. Algo que me llama poderosamente la atención en Baudelaire es que sin negar ese vínculo entre poesía y pintura, propondrá tácitamente uno nuevo respecto a la poesía. La pintura tiene un tiempo propio que sin duda surge de la contemplación, la teoría del Ut Pictura Poesis pensaba que la Verdad era representar los temas clásicos, la temporalidad clásica, tanto en pintura como en poesía. Esta hibridación simbolizó en Baudelaire el tiempo pasado.
La literatura, la poesía, necesitaba de un oxígeno más dinámico, Baudelaire no anuncia precisamente que sea el box el nuevo parangón pero da pauta para entender que mediante la plasticidad del cuerpo brota una nueva intención literaria y esa plasticidad está dada en el combate que está insertado en un tiempo más dúctil. Aborda esgrima, tiro con flecha y por supuesto el arte de los puños: “Un golpe fallido no deja de herir el corazón del rival al que iba destinado, sin contar con que puede herir a diestra y siniestra a cualquiera de los testigos del combate.” Baudelaire ataca con verdaderos golpes y no con azar, si podemos ser medianamente analíticos de esta última cita podemos darnos cuenta que Charles está pensando en un combate en tiempo real con todo y su respectivo público, la arena se desborda, en el sentido de su escritura no hay ring, los golpes surgen de entre los espectadores y así ellos ya no están a salvo, se integran en la dinámica. El intercambio de golpes no tiene un escenario fijo, el sitio es el mundo.
Baudelaire tenía una gran preocupación respecto al arte de ello dan cuenta sus asombrosas y ríspidas críticas hacia los pintores y caricaturistas de su época, incluso hay dentro de sus Curiosidades Estéticas un texto que por nombre lleva “Por qué es Aburrida la Escultura” y en otro más habla del “Público Moderno y la Fotografía”. Charles tira golpes parejo, trae la maldición de su ser bien incrustada en los puños, cada golpe es fatal al adversario. Es conocida la poesía del poeta maldito pero no así su crítica, obviamente sin desdeñar la primera, la segunda constituye un boxeo tan límpido e inteligente que no se ensucia los puños. No toda batalla está programada para reducir al aponte a una serie de escombros inservibles, a veces en la batalla de la crítica se pelea para que salga victorioso otro, de sus páginas salen ondeantes Delacroix, Ingres, Poe, Balzac, Wagner y Víctor Hugo, un ramillete de pesos completos.
Dejemos en nuestra mente esa conocida foto de Baudelaire con los ojos bien fijos, ese gesto-sonrisa analítico y misterioso propio de la extirpe maldita. Está a punto de dar el golpe, la fotografía contiene ese gesto.
Ahora la arena: Paris. Entre 1845 y 1848 un peso completo de bando de los malditos empieza a dar sus primeros golpes a puño limpio con el sutil vendaje, siempre certero, de la crítica profesional. A los 27 años, el autor de Las Flores del Mal ya daba Consejos a los Jóvenes Literatos. Las últimas 5 palabras antes del último punto y seguido enuncian el título de uno de sus primeros textos críticos. El texto, el de Baudelaire, es sabio en las artimañas que enuncia. Es conocido que la Crítica suele ganar la pelea por la vía del nocaut o por decisión aparentemente unánime, insertada en el solipsismo de su tiempo gana la pelea después de la pelea, digamos que es un nocaut en revancha y fuera del ring. Dentro de todas las cosas que suelen reprocharse a la Crítica está su tiempo en fase atrasada, en cierto sentido en la Crítica hay algo de Arqueología y sin embargo seguimos intentando una crítica simultánea. Charles sabiendo esto y siendo conocedor del temperamento del escritor no le otorga el ataque de la crítica, tuerce las palabras de tal manera que al gremio de los escritores les queda más natural el argumento del descrédito y además instruye al escritor en las formas de usarlo: “Existen dos métodos de descrédito: uno es la línea curva y el otro la recta, que es el camino más corto.” ¿Acaso nos será negado por los puristas de la literatura ver en lo anterior algún jab, un gancho o un directo? Si es cierto que la mejor defensa es el ataque, Baudelaire sobre la misma estrategia de la pelea previene de las defensas sublevadas: “El descrédito fallido es un accidente deplorable, una flecha que se da la vuelta y que, al menos, te araña la mano cuando la disparas, una bala que puede matarte de rebote.” Críticos, tengan precaución.
La crítica de Baudelaire enaltece el cuerpo en movimiento y desdeña el cuerpo contemplativo, este cambio de intención es una verdadera cátedra. El giro del cuerpo es un pensamiento que brinca de la tradición antigua del Ut Pictura Poesis [Como la Poesía la Pintura] hacia un lugar más dinámico como el combate cuerpo a cuerpo. La antigua tradición de comparar pintura y poesía nace desde los clásicos, famosos son los textos de Aristóteles y Horacio, textos que retoman los críticos de pintura a falta de textos antiguos que teorizaran verdaderamente sobre este arte. La tradición de comparar pintura y poesía se volvió teoría [Teoría Humanística de la Pintura] que se extendió hasta los periodos Renacentista, Manierista y Barroco. Algo que me llama poderosamente la atención en Baudelaire es que sin negar ese vínculo entre poesía y pintura, propondrá tácitamente uno nuevo respecto a la poesía. La pintura tiene un tiempo propio que sin duda surge de la contemplación, la teoría del Ut Pictura Poesis pensaba que la Verdad era representar los temas clásicos, la temporalidad clásica, tanto en pintura como en poesía. Esta hibridación simbolizó en Baudelaire el tiempo pasado.
La literatura, la poesía, necesitaba de un oxígeno más dinámico, Baudelaire no anuncia precisamente que sea el box el nuevo parangón pero da pauta para entender que mediante la plasticidad del cuerpo brota una nueva intención literaria y esa plasticidad está dada en el combate que está insertado en un tiempo más dúctil. Aborda esgrima, tiro con flecha y por supuesto el arte de los puños: “Un golpe fallido no deja de herir el corazón del rival al que iba destinado, sin contar con que puede herir a diestra y siniestra a cualquiera de los testigos del combate.” Baudelaire ataca con verdaderos golpes y no con azar, si podemos ser medianamente analíticos de esta última cita podemos darnos cuenta que Charles está pensando en un combate en tiempo real con todo y su respectivo público, la arena se desborda, en el sentido de su escritura no hay ring, los golpes surgen de entre los espectadores y así ellos ya no están a salvo, se integran en la dinámica. El intercambio de golpes no tiene un escenario fijo, el sitio es el mundo.
Baudelaire tenía una gran preocupación respecto al arte de ello dan cuenta sus asombrosas y ríspidas críticas hacia los pintores y caricaturistas de su época, incluso hay dentro de sus Curiosidades Estéticas un texto que por nombre lleva “Por qué es Aburrida la Escultura” y en otro más habla del “Público Moderno y la Fotografía”. Charles tira golpes parejo, trae la maldición de su ser bien incrustada en los puños, cada golpe es fatal al adversario. Es conocida la poesía del poeta maldito pero no así su crítica, obviamente sin desdeñar la primera, la segunda constituye un boxeo tan límpido e inteligente que no se ensucia los puños. No toda batalla está programada para reducir al aponte a una serie de escombros inservibles, a veces en la batalla de la crítica se pelea para que salga victorioso otro, de sus páginas salen ondeantes Delacroix, Ingres, Poe, Balzac, Wagner y Víctor Hugo, un ramillete de pesos completos.
Dejemos en nuestra mente esa conocida foto de Baudelaire con los ojos bien fijos, ese gesto-sonrisa analítico y misterioso propio de la extirpe maldita. Está a punto de dar el golpe, la fotografía contiene ese gesto.
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