La defensa y la réplica:
Desde hace unos meses, la aparición de la Antología "Poesia ante la incertidumbre" editada por Visor y Círculo de Poesía en este año, ha levantado varias opiniones al respecto, en un número anterior de este Semanario Deportivo de Poesía (leer aquí la nota ) ya se hacía referencia a un texto que exponía sus puntos de vista respecto a esta compilación.
En esta ocasión copiamos íntegramente tanto el texto de Vícttor Soberanes a manera de réplica y el primer texto que dio origen a este.
¿Qué es la Poesía, señores? Parece que ustedes lo saben. Al menos dicen saber cuáles son los buenos poemas: “Los buenos poemas son un modo de ajustar cuentas con la realidad porque son capaces de provocar emoción…” Le conceden laureles o ruina si y sólo si el lector o el auditorio entienden el poema: “Si un poema no se entiende el único responsable es quien ha tratado de establecer la comunicación…” Así entonces ¿los poemas necesariamente se deben entender? ¿De qué forma? ¿De la forma como entendemos la música, es decir, con el oído? ¿O como se entiende la pintura, con la mirada? ¿Quieren decir ustedes que todo poema hecho con grafías debe “leerse” como se lee un cuento y anular (sin más) sus sonidos y/o su imprenta?
Insisto, no creo que el tema sea la ambigüedad de los textos poéticos, porque lo que ustedes han suscrito no demuestra las verdaderas discrepancias entre lo frívolo y lo autentico. Su “desolación” no puede ser explicada por causa de poetas inciertos y de sus poemas inciertos; su desolación responde a la defensa de “su” definición de poesía. Pero la poesía no es un rótulo, su vínculo entre lo sagrado primitivo y lo abstracto como conciencia única es tan fuerte e imperecedero como lo es la necesidad que tiene equis hombre o equis mujer de diluirse en palabras y puntuaciones.
Delimiten sus confesiones, juzguen una obra por su forma y fondo, pero no olviden que primera regla de un criterio es saber quién y qué es el autor de tal obra, porque esto explicará consecuentemente el sentido y el estilo de su arte. No generalicen y si generalizan llamen Manifiesto (en el sentido del siglo XX) a su Defensa. La poesía permite barroquismos, sí. La poesía permite la erudición, sí. La poesía permite el artificio, sí. La poesía permite la irracionalidad, sí. La poesía permite la subjetividad, sí. Finalmente la poesía permite la incertidumbre, sí, porque incierto es el hombre, hacedor de poesía.
Debieran deslindarse del grave error de muchos que enumeran mal al decir que el efecto es antes que la causa, como decir que el dos es antes que el uno. Y bien ¿redimir al mundo? No hay por qué asumir que es deber de la poesía hacerlo. ¿No es la poesía un fenómeno social más? Los fenómenos sociales (culturas de masa o de elites) se proyectan en ramificaciones, pero ni se retraen ni miran atrás. Son resultado incierto, no son pastores, ni galenos, ni hombres salvavidas. La poesía no tiene un instructivo moral y no tiene ningún deber de redención social.
La banalidad es dañina, por supuesto. Pero la literatura no corre ningún peligro ante ella, porque la banalidad no está cimentada en la adhesión a las letras, sino en su adhesión a las bogas y a la egolatría, y esto no alimenta en nada los caudales del acto literario. Las embarcaciones bien diseñadas y bien construidas no sufren los embates simples de lo más simple del océano; igual pasa con puentes fuertes, que son a la vez estibadores de todo tipo de mercancías, las ligeras no amenazan en nada la estructura y el volumen del artefacto. La literatura es nave, la poesía navío.
Mencionan que la poesía es ya considerada un género difícil. ¿Por quiénes? Como bien dice H. Yépez den nombres. ¿Acaso culpa tendrá el vivo escarlata del sol en el ocaso de que un hombre no pueda verlo a la mitad del día? No culpen a la poesía del embrutecimiento reinante. No busquen pruebas de lo “difícil” del género en la ínfima cantidad de libros de poesía enlistados en catálogos editoriales. Busquen respuesta en el claro desinterés del Estado en establecer verdaderas políticas públicas en materia de Educación.
Finalmente la ironía enorme de esta “defensa” es ejemplificar con las vanguardias del siglo último la actitud pastoral que debiera tener el poeta nuevo, sin comprender que siendo aquellos hombres y aquellas mujeres artistas colmados de incertidumbres, definieron sus vidas en la experimentación, la salvedad anti-autoritaria o la inspiración anti-académica.
Recordemos que solo la historia testifica que la poesía es –en sus actos y en su destino– como el Fénix, llanamente un ave mítica.
Defensa de la poesía
(texto publicado en la el periódico La Jornada el 22 de mayo de 2011)
Nuestra generación está marcada por esta incertidumbre y creemos que es necesario hacer un alto en el camino, reflexionar, mirarnos a los ojos, establecer una cercanía menos artificial, más humana. La poesía puede arrojar algo de luz para alcanzar algunas certidumbres necesarias. Los buenos poemas son un modo de ajustar cuentas con la realidad porque son capaces de provocar emoción, de conmover, de hacer pensar, de llenar un vacío que nos acompaña.
La emoción no puede estar de moda. La emoción es universal e intemporal. Y la poesía tiene que emocionar. Ante tanta incertidumbre, para nuestra sorpresa, una gran parte de los nuevos poetas en español se han adscrito a una tendencia tan experimental como oscura. Si en la segunda mitad del siglo XX los mejores poetas de nuestra lengua abandonaron las liras y las torres de marfil; la poesía última, en busca de un nuevo camino, de una nueva actualidad literaria, se ha subido a un pedestal. En esta tarea se han visto legitimados por algunos poetas cuyos proyectos literarios fracasaron de manera estrepitosa precisamente por abrazar el barroquismo gratuito y la frivolidad de la moda literaria. Ahora buscan una segunda oportunidad elogiando lo que precisamente les condujo al callejón sin salida de las palabras huecas.
Queremos mostrar nuestra desolación ante esta dinámica que nos parece destructiva para la poesía porque conduce, de manera inevitable, a su deshumanización. Los discursos fragmentarios, el irracionalismo como dogma y el abuso del artificio han supuesto la ruina de la poesía en muy diferentes etapas de la historia de la literatura. Han hecho tanto daño, que hoy la poesía está considerada como un género difícil que sólo leen los poetas, porque sólo parecen entenderse entre ellos como los habitantes de unas ínsulas extrañas. Prueba de ello es la marginación que sufren los libros de poesía en cualquier espacio, ya sea una librería, un suplemento cultural, un periódico, una biblioteca...
Cuando un poema no se entiende, el lector suele culparse a sí mismo, inducido por la idea generalizada de que el poeta es un ser con una sensibilidad diferente, superior. Una idea tan falsa como interesada. Si un poema no se entiende el único responsable es quien ha tratado de establecer la comunicación. O bien no ha sido capaz por sus limitaciones, o bien no lo ha conseguido porque no era su propósito, porque sólo buscaba la erudición y el artificio, algo que está bien visto, que tiene buena prensa y que provoca una palmadita en la espalda de la crítica, sumida en gran parte en la misma torpeza.
Seguimos creyendo que una de las misiones de la poesía es enfrentarse al poder. Y el poder de hoy no hace más que invitarnos al silencio, al fragmento, a las subjetividades ensimismadas y a la pérdida de diálogo entre las conciencias. Queremos decirle adiós a todo eso.
Andrea Cote (Colombia), Alí Calderón (México), Raquel Lanseros (España),
Francisco Ruiz Udiel (Nicaragua) y Ana Wajszczuk (Argentina),
autores del libro Poesía ante la incertidumbre (Visor, 2011).
0 comentarios:
Publicar un comentario