<IMG SRC="http://img855.imageshack.us/img855/1351/contrallaveo2.jpg" WIDTH=280 HEIGHT=180 >

Sí,

pero Chinga-tu-Madre

sesión 1 [buscar un principio no común]

Una inhalación muy honda que no esnifa nada. Unos segundos con el aire dentro. Al momento de volcar el CO2 hacia fuera, una exclamación virulenta. [ufffffff!!] ¿por qué tal acontecimiento? [Aquí, antes de intentar cualquier respuesta, se repite el mismo ejercicio sobre la circulación del aire en los pulmones]

Para sumarme al plan homogéneo del capitalismo cultural intento ya no comprar libros como la inmensa mayoría de personas en este país, por imposición económica y porque leo en internet.

Desde hace una temporada he decidido que aquel libro que llegue a mis manos será por la vía del tributo, intercambiando un buen paquete de ellos por alguno de mis grabados, por cuestiones de trabajo [cuando hay que leerlos para escribir sobre ellos que no es asunto fácil] ó en la particular forma del atraco, incluso ¿porqué no? estaría dispuesto a comprarlos a precio no doloso en librerías de segunda mano pero en definitiva dudaría de comprarlos recién salidos de celofán con ese olor tan característico de árbol procesado, embadurnado con su respectiva tinta.

Me gusta entrar a las casas de conocidos o desconocidos, obviamente invitados por ellos y ver sus libreros, de alguna manera es fácil saber qué clase de utilidad les dan a los libros: si son de consulta, de lectura continua, de adorno, si hay alguna temática en particular, la preferencia editorial, si son nuevos, de segunda mano, propios, robados o regalados; por ejemplo he notado que los libros regalados siempre están discretamente separados del resto.

También es interesante e irremediable hacer un acercamiento mental de bibliotecas y con ello apuntar los libros que se repiten en la biblioteca que se husmea visualmente respecto a la propia y de ahí a otras.

Ver libros y leerlos es trabajar con la memoria. Aquellos que se nombran como "clásicos" son asiduos en cualquier librero, las novelas de moda nunca faltan y tampoco ciertos libros de interés cultural nacional o de algún Nobel, ejemplo: ¿Qué biblioteca no tiene un ejemplar de O.P.?

Después viene el momento en el que los libros de los amigos [de aquellos que escriben] invaden los libreros y nos vemos tentados a dar un comentario sobre ellos. Me parece que aquí es donde empieza la disputa.

Y los libros ¿para que? pues es muy sencillo, primero que nada por gusto, ya después veremos que el libro es una buena posición intelectual y objetual más aún si no son best-seller, tal vez un manojo de ellos nunca esté de más en la biblioteca, pero que no sean novelas de vampiros ni de magos, menos aún filosofías de la superación.

En definitiva, el libro es una buena inversión, mejor si son joyas bibliófilas, aunque esas obviamente, no son fácil adquirse, antes las compraba o me hacia de ellas de alguna manera, pero ese no es el tema.

El problema de comprar o adquirir un libro, desde la clandestinidad hasta de los que Hacienda tiene conocimiento, es que ya no cabe la posibilidad de sólo leerlo sin reflexionar para bien o para mal la escritura que lo habita. Lo escribo como si en algún momento se hubiera tratado de otra cosa, como si sólo se tratara de leerlo y de filtrar todas esas grafías por el colador de los ojos y que caigan en quién sabe qué lugar vacuo de la conciencia.

Al leer, ninguna lectura es la misma, eso es bien sabido y se garadece, aunque de alguna manera la escritura provea al lector de ciertas reflexiones perfectamente trazadas, el circuito de pensamientos que recorre el lector para llegar a ese manjar de reflexiones difícilmente puede tener un trazo único para todos, desde este sitio comienzan las perspectivas.

Cuando estas perspectivas se encuentran y tejen una red de pensamientos que de alguna manera son formas de reflexionar lo que se lee, nutren el proceso de la escritura y de la lectura. Las grandes divergencias, las divergencias sensatas que se tornan polémicas y discusiones de pensamiento no pasivo, suelen ser las mejores más aún cuando se ARGUMENTA a favor o en contra. Podríamos pensar que lo mejor es una síntesis hegeliana al respecto aunque la síntesis parece más bien ser un truco del pensamiento dominante para incluir la perspectiva de las otredades, fuera de ello está el terreno de la imposición y de eso, no es novedad saberlo, trata toda la Historia.

Nuestra cultura, más la del mexicano orgulloso, no acepta ser vencido o quizá lo acepte, pero no en público. Posiblemete el orgullo de no ser vencido se deba a suficientes siglos de sumisión, al hincarse para agachar la cabeza y ya le duele la espalda. Nuevamente la Historia llega a tiempo a entregar cuentas torcidas que devienen en sociedades subyugadas, no escapamos de esa trampa heredada y en ello tenemos mal-grabado en la conciencia que todo acto de exponer el pensamiento frente a otro, termina por ser un acto de fragilidad. Esta fragilidad, evidentemente, es preconcebida, pues cómo asegurar que un pensamiento propio es menor que uno ajeno cuando ni siquiera los confrontamos a un cara a cara, neurona a neurona, sinapsis a sinapsis. Los artístas, y con ellos toda esa sociedad productora de "cultura centrista" (recordemos que la artesanía tambien es es cultura aunque no sea centrista), son el ejemplo social más claro ,a parte del grupo político, de ser personas a quienes ese encuentro de perspectivas les resulta una amenza.

¿Qué tiene que ver el libro con todo esto? Aunque la respuesta es evidente quisiera aproximarla hacia otro lado, en donde el libro sea el objeto que contiene una expresión por medio de la lengua escrita y las perspectivas de pensamienro maduren de comentarios inocuos a críticas.

Hay que ser atentos en esto, pues el miedo a la crítica es que la pensamos como un instrumento de abrasión, como una institución cuando no debiera serlo: simplemente es una herramienta más del pensamiento o sentimiento que se expresa y que, generalmente, es operada por un tercero. Todo acto social está cargado de un acto político, la humanidad siempre ha busacdo la vías para expresarse, hay épocas en que la expresión ha llegado a una sublimación exacerbada y en otras a un dogmatismo infame, lóbrego, pero el ser de expresarse ha sido una constante. Expresarse y exponerse no es disyuntivo. . .

***Siguiente semana, sesión II [el proceso del requeterrompimiento de madrola entre adversarios falsos]***