Transgredir la Rebeldía:
La toma del Poder sin la Revolución.

Las relaciones inter-pesonales en el mundo del arte [en cada una de sus diferentes variantes] son posiblemente, sino las más sórdidas, de las más altamente temperamentales; ser artista no garantiza nada o quizá sí: inestabilidad y fugacidad, sintomático del tiempo en que vivimos. La etapa griega en donde se creía que el ser artista era sinonimia de tener sentimientos más procesados -nobles- no sólo ha quedado atrás sino totalmente fuera de servicio, definitivamente aquí hace mucho se perdió la inocencia. Ahora ni los fisicoculturistas practican el Mente Sana en Cuerpo Sano.

¿El escritor se puede mantener a salvo de este tipo de vida? No lo creo, esta vida se elige porque de alguna manera se lleva el antídoto como una inercia sobre vías creativas: se sublima y se [re]significa; la mayoría del tiempo hay un proceso de destilación que funciona como un chaleco anti-balas entre el mundo externo y la individualidad. Producir perspectivas a la vida, es el argumento substancial y en todo caso lo que justifica la práctica sino es que hasta el riesgo de vivir, cambiar de vivir en piloto automático a vivir en constante fricción entre el individuo y el mundo.

Fricción es producción. Una fricción pensante hace un mejor producto. Hay desconfianza en un arte cuando este está en estado de no-fricción con el mundo exterior, cuando no hay fricción hay protección ¿quién consentiría en proteger este tiempo? quien lo salvaguarda, lo protege del cambio y asume a su vez que está conforme con la realidad tal como esta se nos presenta: desequilibrada.

En la filosofía kantiana hay un momento estético donde la belleza llega al estadío de la sublimación, de esta manera la belleza es transgresora con quien la percibe, se desborda lo bello y surge la sublimación como estado inaprensible. Lo bello te llena pero lo sublime te desborda. La belleza que sublima es un arma poderosa porque intenta cambiar sensibilidades, transgredir. William Carlos Williams aporta versos casi aforísticos sobre esta contundencia: …la belleza es un reto a la autoridad…

Lo que ahora inquieta es el tiempo: ¿cuál es la temporalidad de la belleza? Las vanguardias artísticas de la segunda mitad del s. XIX y las del XX, nos han demostrado algo inherente de este periodo: la belleza, quizá valdría más escribir, la estética, es fugaz, no así la de la antigüedad. El Laocoonte, producido hacia el 50 a.C. continúa y seguramente continuará siendo sublime.

Los famosos versos de O.P. …amar es combatir, si dos se besan/ el mundo cambia… buscan en su germen cambiar al mundo comenzando con el amor. Rimbaud abogaba por cambiar la vida desde la poesía, Marx por cambiar el mundo desde la igualad social. Es necesario que cada época intente cambiar el mundo desde la transgresión, un artista comprometido con el arte, ya ni siquiera con el mundo, es transgresor por sí mismo y a ese tipo de transgresión individual se le llama rebeldía, estado individual de la inconformidad. Siendo objetivos despierta más interés un arte que trastoque la vida frente aquel que se olvida de ella para solo enfrentarse con otros objetos de arte, la típica lucha entre el fondo y la forma.

Camus trazó las vías de la Rebeldía desde el Caín hasta el S. XX. En su pensamiento el Hombre Rebelde es el que puede y debe destruir la realidad absurda en que vivimos, pensó que la Revolución es el estado consecutivo de la Rebeldía, Camus va un poco más lejos al decir que la Revolución es un acto de amor total, porque ésta se hace en favor de un prójimo que no existe, que no participa en la revolución, la revolución se hace para que aquel que viene tenga un mundo mejor. El buen revolucionario sabe que él tiene que ser destruido con aquello contra lo que combate porque los dos son parte de una misma realidad. Camus no esconde su pensamiento nihilista y existencialista.

El estado constante de inconformidad con la realidad nos hace pensar en las temporalidades de la estética extirpadoras de los largos y letargosos periodos históricos, a dinámicas de confrontación más cíclicas y veloces: una pelea entre la estética vigente vs estética combativa cuyo resultado es una estética de choque que funciona por un tiempo pero que después se distorsiona. El ciclo comienza nuevamente y ya no es sólo una lucha sino varias y simultáneas.

La estética combativa es interesante porque al parecer tiene un principio y un fin. ¿Podemos hacer un parangón entre transgredir y combatir? quizá si, pues combate y transgresión no implican un sólo bando ni siquiera una sola ideología. Acotemos estos términos al sentido pragmático de Rebeldía. En este sentido transgredir lleva un fin practico, terminado el combate, se disuelve, por eso a la estética combativa-transgresora le interesa tener un contrario que alimente su deseo de choque o surge porque siempre hay algo-con-el-mundo que provoca inconformidad.

Si esta estética combativa-transgresora está temporalmente acotada como praxis y a largo plazo, en ciertos grados, su ideología de acuerdo a la resistencia de aquello contra lo que combate o transgrede o incluso su propia resistencia, se vuelve un medio. De tal forma que diverge de la estética de otras épocas porque estas eran fines en sí mismos, pensemos nuevamente la figura del Laocoonte como Arte: es una suma de conocimientos estéticos: ritmo, proporción y movimiento, diferente a la estética actual que es más bien funcional, por ejemplo el Diseño. Difícilmente nuestro tiempo podría generar una estética que sea un fin en sí mismo, la vida es altamente dinámica y el espacio de la contemplación es muy reducido.

Hay unos versos que contradicen todo lo anterior o que lo complementa de una extraña forma. Cuando el trasfondo de todo acto de rebeldía, de combatir, de transgredir o de dominar es el poder, ¿cuál es la dimensión de su estética? ¿Cuál es su temporalidad? Si la Revolución, como la plantea Camus, es un acto de amor hacia los otros en una temporalidad en la que no tendremos acceso inmediato, a lo que sí se tiene acceso es al poder, pensemos en la dimensión del poder e incluso podríamos catastróficamente pensar que todas las revoluciones que han existido sólo son luchas, ciclos, por poseer el poder y que toda esta dinámica de confrontación algún día encontrara fin, el pensamiento es marxista, para Marx ese fin sería el fin de la Historia. Esos versos que traigo palpitando en estas teclas me desatan el deseo de poder por el que toda revolución puede ser pospuesta infinitamente, los versos son del poema de Enrique Gonzales Rojo Arthur, La Clase Obrera va al Paraíso: …Y yo, con decisión,/ le fui subiendo poco a poco la falda,/ como quien deja de hablarle de usted a un ángel./ Se hizo un silencio./ Un silencio para disfrutar/ del pequeño burgués abrazo que abre/ la toma de poder por el orgasmo… [www.enriquegonzalezrojo.com]