Pero la mayoría en aquella frontera se desplaza en automóvil (las camionetas está muy desprestigiadas con los asesinatos en la ciudad). Me pareció que tenía que hablar de nuevo con los hermanos Macías. El colectivo José Revueltas había deambulado por varias partes del país. Recuerdo que me dijo Carlos que los ven como poetas sobrevivientes, mucho más al enterarse de que son de juaritos. Me percaté que había olvidado el disco duro externo en la casa de los poetas. Alejandro prendía el automóvil fronterizo que nos iba a llevar a una burrería. El infierno me parecía más cercano. Le hablé a Carlos Macías, pero tuvo que ir al “jale” en fechas decembrinas y se llevó el disco para dármelo, pero ya no lo pude verlo ese día.
Por la mañana Alejandro paró en una burrería dedicada a Tin-Tan, en homenaje al tintanismo, lo cual me pareció magnifico, pero más el sabor de estos burritos, a diferencia de los empaquetados que se venden en los puentes internacionales del parque Chamizal, lo mismo que en paradas de ruteras (aunque hacen paradas donde se les antoja a los ruteros). En cambio éstos burritos son de una tortilla de harina hecha a mano, con un guisado estupendo, que se calienta al momento, me gusta el de deshebrada o el de wini (salchicha) porque sabe justamente a recalentado, lo que abre bastante el apetito. ¿Qué burritos habría preferido Tin Tan? Misterio insondable. Pero seguro no le hubiera desagradado un burrito en aquél sitio o de otras burrerías de tradición como “El negrito”, “Crisóstomos” y “El padrino” (en ese orden).
A cierta mordida de un segundo burrito, comenzamos a platicar sobre las bibliotecas que se habían rescatado en lugares donde antes habían sucedido eventos sangrientos, como la biblioteca de Salvarcar, creada a unas cuantas casas del lugar donde ocurrió la masacre jóvenes del 31 de enero de 2010. “Todos estaban de acuerdo con la propuesta de crear en principio una biblioteca”. Le pregunté a Alejandro entonces por algún otro espacio de lectura y me dijo que también estaba uno que mantenía un colectivo de mujeres llamado Palabras de arena. Una de ellas precisamente era amiga de Francisco desde que estudiaron Letras, por lo que buscamos conseguir una entrevista.
Después de unas llamadas, quedamos con Francisco de acudir por la tarde a visitar a su amiga. Tomamos rumbo a la colonia Virreyes, una de las más conflictivas de aquella urbe fronteriza. Partimos más temprano para que no nos detuvieran los federales. El pavimento parecía ser cubierto por la arena. Subimos a una loma y al bajar del auto, tocamos en una casa que daba vista a un horizonte de luces. Abajo las amplias avenidas se perdían en una cicatriz de la frontera.
Nos abrió Ana, reconoció de inmediato a Francisco, quien a su vez me presentó con ella. Pasamos a tomar un café en una pequeña estancia. Había un pasillo en el que advertí los libros. “Vaya, esta es una biblioteca con casa”, pensé, mientras afuera comenzó a caer una lluvia con pedacitos de hielo, como pequeños corchos escarchados. Ana y Francisco conversaban acerca de libros de poesía que planeaban editar en aquella frontera, títulos de una colección independiente. Algunos acaban de salir, los habían impreso desde El Paso. Ya entrando en calor, Ana nos platicó acerca del nombre del espacio de la biblioteca. “Cuando era niña, mi abuela me contaba muchas historias, como toda abuela”. “Aunque no sabía leer, mi abuela, la mamá Juana, fue una gran cuenta cuentos, en voz alta”. De ahí el nombre de la biblioteca: Majuana
Cuando el consulado de El Paso, ofreció una donación de libros en inglés y bilingües a la biblioteca de Salvarcar, el responsable del espacio no los aceptó. Sin embargo, fue cuando Ana no dudó en aceptar la donación, con lo que se formó en un primer momento un acervo importante de libros infantiles en el espacio que también es su hogar, pero sobre todo libros de utilidad, ya que aunque la biblioteca está asentada en una comunidad por demás marginada, aunque se piense lo contrario muchas veces los niños son bilingües, puesto que son hijos de migrantes deportados, con lo que se cumple así el objetivo de fomentar la lectura como una opción para frenar la violencia imperante entre grupos más vulnerables.
“Con el colectivo de arena hemos dado lecturas en voz alta en colonias donde nos hemos encontrado a niñas y niños que han recibido todo tipo de abusos”, afirma Ana. Esto inclusive les puede afectar la imaginación. “Entonces es donde debemos actuar”, afirma Ana, quien siendo del Distrito Federal se naturalizó juarense desde 1989, “vale la pena seguirle en la lucha literaria”. Puesto que la realidad de Ciudad Juárez arroja más de 16 mil huérfanos en el gobierno de Calderón, a quienes han asesinado a uno o a sus dos padres y para los que no existe la debida atención institucional. La lectura, en este sentido, puede ser una vía de transformación individual en lo inmediato y social a largo alcance. Es por ello el compromiso comunitario que a través del trabajo lector a infantes realizan las mujeres de Palabras de Arena, quienes también han hecho labor en comunidades cercanas a la urbe como San Agustín, en el Valle de Juárez, así como en el CERESO.
Puesto que es más difícil y más costoso adquirir un buen acervo de literatura infantil, me sorprende ver en Majuana muchos títulos ilustrados que voy hojeando. Alzo la vista, afuera hay una ventisca que apenas deja ver un graffiti con un poema. ¿No han pensado editar libros de literatura infantil? Ana me responde que lo han pensado, que su esposo es un excelente ilustrador, pero que por el momento sus esfuerzos estaban en consolidar este espacio. Por lo pronto, su labor se ve reconocida con la dominación en Suecia al Premio ALMA (Astrid Lindgren) al máximo reconocimiento en el mundo de la creación, producción y fomento de la Literatura Infantil y Juvenil.
De esta forma se entiende que la lucha literaria también está en crear espacios, tanto editoriales, como de infraestructura y hacia los públicos, como Adversario en el Cuadrilátero en el D.F o en los encuentros de escritores en la frontera (como se ha anunciado en estos días en Ciudad Juárez), que empiezan a darse cuenta, ojalá no sea demasiado tarde, de la importancia de la organización colectiva, más allá de los laureles y dádivas que el gobierno, con su cultura oficiosa, puede otorgar. Estos son los verdaderos heroísmos, los que pueden darle a la cultura la fuerza necesaria para resolver los problemas que aquejan, en este caso, a todos los mexicanos. “Aquí está todo pero a la vez no basta” como dijo Bertold Brecht. Todo empieza entonces por un espacio para la palabra.
Terminamos tomando varias tazas de café. Cuando nos estamos despidiendo de Ana, pasa una camioneta de la policía federal, luego otra blanca con las luces apagadas y sin placas, por lo que nos volvemos a meter a la casa de ella. Entonces le pregunto a Ana si han venido a molestarlos en alguna ocasión. “Han venido a hacer preguntas de uno y otro bando, les interesa saber qué ganamos con esto, buscan establecer cuotas en todas partes, pero no pueden entender que es una cuestión de humanidad: Todo lo que aquí hay es por donación, eso es lo que se les responde”. Cuando la calle está más tranquila, salimos de nuevo a la ventisca, al gélido y polvoso aire de Ciudad Juárez. Aunque todavía nos falta regresar, me siento más cercano a todo y a la certeza de que no todo está perdido.
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