Me permito fragmentar la pregunta para dejar sobre la mesa alguna propuesta.
Al igual que Arturo Alvar, organizadores y contiguos, sumo mi pensamiento a quienes se manifiestan en voz baja, cuchicheando, que los 4 poetas clasificados a la final expusieron un déficit poético.
Ahora una pregunta previa a la pregunta axial, ¿si la calidad o más exactamente el contenido de los poemas exhibidos en la final ha dejado qué desear, es problema de los poetas que los generan por no estar preparados para ello, o del jurado que avaló a esos poetas, por consiguiente a esos poemas y sus respectivas propuestas?
El juego es peligroso pues hay 14 jurados con sus respectivos currículums poéticos en vilo, más el comité que seleccionó a los 42 poetas que conformaron la competencia de este año, petit comité del cual formé parte. Sí hay una desazón respecto a los jurados participantes aunque no frente a todos porque no todas las decisiones fueron unánimes. El discurso es más político de lo que parece, puesto que se termina premiando y así se avala que se impongan ciertos poemas, es decir cierto discurso poético sobre otros.
Es por lo anterior que expreso mi malestar respecto a las poesías que conformaron la final. Sería necesario preguntarles a esos 14 jueces más el comité seleccionador, que en una serie de criterios sumados, en una especie de alquimia han validado a los poetas que llegan a esta final, ¿qué tan reflejado han visto su criterio de evaluación respecto al escalafón de los 4 poetas finalistas?, ¿cada uno de ellos sentiría fielmente representado su criterio para evaluar poesía?
Hay que remontar más. Si no mal recuerdo fueron más de 160 los poetas que enviaron sus poemas para participar este año en el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero. Esa noche que seleccionamos a los participantes hacía frío y llovió. Hubo muchos poemas pero pocas propuestas. Personalmente me parece que este principio tiene congruencia con la final del torneo. Efectivamente bajo el ancho de todas las solicitudes para concursar en el torneo de este año había poemas que llamaban la atención y de los cuales se tenían expectativas, pero que poco a poco fueron menguando ya sea porque el poeta desmerecía su poema al leerlo o porque los jurados en turno no reconocían a esos poemas como lo suficientemente buenos sino lo suficientemente malos como para ser vetados a un siguiente enfrentamiento.
El sustantivo jurados no engloba a la perspectiva de los 14 jurados involucrados más el petit comité, pero para fines prácticos continuaré usando ese sustantivo. Voy a continuar escribiendo hasta el final de esta columna que los jurados encargados de curar este torneo no proyectaron una congruencia unisemántica en sus criterios sino todo lo contrario, lo cual es bueno porque eso hace entrar en discusión diferentes perspectivas alrededor de la poesía. También esa continua fricción respecto a los criterios para evaluarla genera un resultado en conflicto, con esto no quiero decir que los cuatro finalistas sean un claro ejemplo de una propuesta deficiente sino que, a voz de pasillo, se esperaba más de ellos.
Me anclo en la pregunta y reitero. Si el Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero se puede entender como un proceso poético o encuentro poético, al final podemos esperar cierto producto poético o cierta poética afectada-relacionada-exponenciada por otras poéticas, pero que finalmente se impone por el método de la confrontación frente a ellas. ¿Ese proceso objetivado en un puntero o en los cuatro finalistas, es producto de quién?
Por un lado sugiero pensar y habría que desarrollar esta idea en otro espacio, que el resultado son una serie de criterios externos a la poesía que se expone pero que sin duda son criterios que la tienen por objeto, es decir, no se apartan de ella, la tienen por estudio. Son los criterios, las emisiones de los jurados, los que perfilan el resultado porque si seleccionar una poesía entre otras es su objetivo, su función, se puede elegir cualquier poesía dentro del torneo que cumpla o más bien haga vigente un tutti frutti de criterios.
¿Es el jurado quien elige, no? Se podría plantear, como una provocación reflexiva, que la suma de criterios conjugados por parte de los jurados es quien perfila las poéticas que llegan a la final y la que de ellas se impone sobre el resto. Lo bueno de esto es que esa suma de criterios no pertenece al uno sino a la pluralidad; después esperemos la llegada de un actuario para que nos genere el perfil de esa pluralidad y luego pensemos en concurrir o disgregar con ese perfil.
Otra provocación inherente a toda competencia. Los jurados pueden ser muchos y de criterios variados, pero hay que generar un intersticio en el que reflexionemos ¿quiénes están eligiendo a esos jurados y por qué?
Si es cierto que el jurado es quien elige y quien perfila posibles ganadores, la poesía se opaca, pasa a un segundo término. La final del torneo es discretamente protagonizada por el jurado. La final del Torneo de Poesía Adversario en el Cuadrilátero hierve en dos rings contiguos, empalmados, simultáneos. ¿Por qué es el jurado quien define? muy simple: si Venancio Neria no hubiera participado en la competencia, el jurado habría elegido un ganador de todos modos. La función del jurado resulta clara, al ser un aparato funcional garantiza su fin. Si fuera un aparato reflexivo llevaría a otro fin, pero el tiempo de la competencia, el "en caliente", no permite concesión al respecto.
Puede que no sea cierta la propuesta de un jurado perfilador, no compremos el argumento. Puede que ese jurado sí avale ¿por qué no? a las poesías expresadas en la final. Puede que 14 jurados más petit comité no fallen. Pero, y aquí el juicio condicional, acaso el resultado no nos genera cierta idea sobre qué se está buscando en la poesía actualmente, porque el resultado sugiere un pensamiento de conformidad, de algo que ha sido aceptado, de algo a lo que se le dice -sí, está bien- seguido de palmadita en la espalda -continúa por ese camino.
Otra vez hay que regresar a ese punto en el que el discurso es más político de lo que aparenta pues en ese sentido el jurado avala, por ejemplo, que los poemas domésticos que Athena leyó en la final sean genuinos representantes de la poesía hecha por mujeres teniendo en cuenta que las últimas campeonas del torneo han sido mujeres con propuestas más sobrias, es más, ya con un eje temático bien explorado. O que el jurado avale que Raciel Rivas llegue a la final a presentarse con su poesía más gris y el rostro más descompuesto. Que le den el sí a los poemas milimétricos que Edwing Roldán improvisó cuando se le acabaron justo los que llevaba preparados. O que den honores y felicitaciones a los poemas repetitivos y a veces narrativos pero de voz segura de Venancio Neria. Puede que el jurado sí avale lo anterior o lo que otros y yo no pudimos ver. Esa noche quizá el jurado, quizá todos ellos, quedaron satisfechos y saciaron sus expectativas. Esa noche también quedó en tácito un mal sabor de boca porque la poesía que ha ganado se perfila como un horizonte poético.
Que bien suena decir compartamos responsabilidades, pero esta vez hay que compartir la irresponsabilidad y por supuesto combatirla.
El Ring se bifurca. Montado en un eje axial encontramos dos realidades del mismo ring. En una de ellas el jurado es estelar y en un segundo plano del mismo ring, la poesía lo es, los poetas lo son, debieran serlo. Todo enfrentamiento fue simultáneo.
Cabe esa posibilidad en la que los jurados han deliberado acertadamente respecto a una serie de criterios sostenibles pero que en esta ocasión, por rarísimos factores, los cuatro poetas finalistas no hayan sido poéticamente congruentes con ese estadio. Porque es cierto que pasara lo que pasara el vencedor quedaba entre ellos, la relajación se hizo presente, el preciado lugar estaba seguro. Quizá la falta de estrategia de su parte, como justamente se le achaca a Athena, pero ciertamente aplicable a los cuatro; una falta de estrategia propositiva para habitar la final y justo en esa temporalidad hacer uso del espacio para exponernos la magnitud de su poesía, para dejar de lado ahora sí y no antes de tiempo la competencia, para ya sólo volverse presencia; pero decidieron ponerse la máscara y actuar el papel seguro de poetas satisfechos. Tenían el ring y el escenario que lo enmarcaba completo y lo dejaron ir, tenían un público expectante y lo desperdiciaron. Esa noche no sólo pude ver a los cuatro enmascarados del staff haciendo la pantomima, esa noche especté ocho enmascarados en común acuerdo.
¿Qué puede hacer un poeta frente a un jurado? Considero que dos cosas, en una de ellas el poeta sólo puede exponerse tal cual y esperar a que se le califique; en otra el poeta tiene la obligación de trastocar al jurado no porque éste sea la autoridad inmediata sino que ese trastrocamiento debería de ser inherente a la poesía que el poeta genera si es que se le considera a la poesía propia como un eje de innovación. Al trastocar al jurado trastoca al público y a los poetas colaterales. De nada nos sirve solamente ir a hablar nuestra poesía frente a los otros; es como las relaciones en una pareja, sino conmueves a tu pareja y viceversa no sirve, eso no funciona.
En párrafos arriba expresaba que es el jurado quien crea el perfil de la poesía que se plantea como ganadora pero esto es válido, otra vez en juicio condicional, sólo si la poesía se doblega. Si la poesía expresada opta por el camino del envase diseñado y no trastoca esos criterios. El envase se crea al instante por común acuerdo de conformidad. Por lo anterior la irresponsabilidad es compartida. Se es cómplice.
Si el poeta puede ver una deficiencia, bastante obvia, en el método de validación por parte del jurado [todos somos falibles] puede sentirse a gusto si esos perfiles le favorecen o pudo haber transgredido esos criterios que desde un principio fueron incongruentes y de esta manera combatirlos y propiciar otros. Pero no, ningún poeta alzó la voz, ni de los que llegaron a la final ni de los que fueron quedando fuera del torneo. Qué fácil es conformarse, ese es el discurso político interdicto: el poeta, el artista, no es un revolucionario, es un conformista. Otra vez palmadita en la espalda.
Sobre el jurado se puede y se debe continuar escribiendo, porque al reflexionarlo lo replantemos e intentamos mejorarlo. El otro eje de reflexión será sobre la constante presencia en lecturas y eventos, en libros y en pláticas, en propuestas y en encuentros, en avances y anclajes por parte de los cuatro poetas finalistas. Ellos continúan siendo un proceso, materia prima a punto de la forma. Se celebra.
¿Qué hacen 4 poetas actuando cada uno de ellos su papel de poeta en un ring? Efectivamente da la impresión de que sólo actuaban sus papeles, esperando a que el tiempo de la contienda se acabara. Al terminar se han repartido los escalafones poéticos. También al terminar el tiempo de la contienda se termina el lugar seguro. Al bajar del Ring comienza la confrontación, se re-hace el mundo. Sean bienvenidos.
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